Las Escrituras Lumínicas

Exploramos. Un medio - un método - que en su troncal impostura digital gesta movimiento, fluctuación, velocidad, repetición infinita, profundidad n-dimensional, respuestas visuales y sonoras a órdenes directas impartidas por un lector telecomunicado a través de cúmulos de redes neuriformes. Y sobretodo, luz. Lux Perpetua, lux aeterna, luz catódica, matricial, cristolíquida como contraposición a los designios de una era oscurantista que deviene aún más a finales del segundo milenio cristiano. Lux que alumbra el sendero como escritura iluminante, fulminante de conocimientos y comunicados transverbales. Más allá de la palabra, pero más acá del nosotros, iluminando por sobre las razones y sinrazones. Pero... es la luz opuesta a las tinieblas o simplemente aquello que las manifiesta?

Las escrituras lumínicas no constituyen una raza novedosa: han sido registradas desde los principios de lo humano en sombras objetales, fugas de estrellas, trayectorias de luciérnagas y otros seres luminosos. Más modernamente en relojes de sol, espejos musgosos, y cortinas traslúcidas.

Lux Perpetua fue influenciada por el paso de los rayos solares entre las rendijas de persianas de madera. Que protejen, ocultan, oscurecen. Pero a la vez perpetran escrituras lumínicas sobre paredes oscuras, placares escondidos, cuerpos desnudos, abismos de los cotidiano. Inscriben jeroglíficos volátiles, difusos, fluctuantes, encadenados a una reacción atómica iniciada a millones de kilómetros. Imaginan ideogramas tan ancestrales como la luz que nos ilumina, tan sagrados como el principio de la vida. Y nosotros, seres minúsculos de la praxis y la sintaxis, intentamos inmacularnos con nuestros garabatos casi infantiles frente a tanta perpetuidad.

El viaje que propone Lux Perpetua a través de sus infinitas combinaciones es a su vez, interminable. Propone un parentesco con los laberintos borgianos y el Panajedrez de Xul Solar. Y con unos pocos seres, casi insondables, que fabricaron sus propios inefables lenguajes alienígenas: Xul Solar, quien inventó un alfabeto objetual cartomántico; Mirta Dermisache, que pergreñó ideografías supralingüísticas; León Ferrari, que imaginó grafemas, grafos, grafías. Todos ellos trazos, marcas que irrumpen su significación a fuerza de extrema inteligibilidad, absoluta y cartesiana irracionalidad.